domingo, 20 de febrero de 2011

Desenfunda.

Practicar esgrima a cara descubierta era un autentico suicidio facial, pero merecía la pena mantener los diálogos que, alimentados por la adrenalina del momento, aumentaban la presión del combate. Enfrentamiento físico y dialéctico. Cuestión de ego. Si hubiera tenido miembro viril nos lo habríamos sacado sobre la mesa para ver quien lo tiene más grande. El cansancio y el sudor entrecortan las palabras pero no la rapidez mental. No sabía que Él estuviera de vuelta en Verona. Tampoco me sorprendió verle en mi sala de armas empuñando su florín habitual.

- En Garde.

- ¿Qué tal te ha ido?- mientras cojo otro florín.

- Estoy mejor. ¿Tú has sufrido mucho?

- ¿Sufrido?

- Tu existencialismo atroz…- sonríe mostrando unos dientes de superioridad.

- Me derramé emocionalmente; ya estoy seca. ¿Tú has radicalizado tu misoginia congénita?

- Yo sigo igual de inútil que siempre. A lo mejor aún más perdido, me siento como un Cristo sujeto a una cruz por un solo clavo. Supera esto.

- Lo de Cristo es un cliché. Me entra la risa al ver como la persona que más se quiere del mundo se critica.- Se despista un momento y recupero una posición aventajada.

- Venga bonita, dime, ¿Cuál es la mejor forma de esconder un cadáver?

- Yo no los escondo. Tú tienes demasiados en el armario.

- Las respuesta es… con más cadáveres. Enterrar personas en un cementerio es lo más habitual del mundo. Hablar contigo es como apostar en una carrera a un caballo con tres patas. Agudiza el ingenio.

- Un viejo truco de la policía para suprimir el olor a muerto era quemar posos de café. Te juro que en esta casa no queda ni un grano.

- Intelectualmente estás por encima de la media, lástima que en los tiempos que corren no signifique nada. Estás guapísima.

- La media es demasiado baja, no me dices nada.

- Nos da igual dónde esté la media, para mal o para bien, no pertenecemos a ella. Eso hay días que duele.- Me raja justo encima del pecho y hago una mueca de dolor, pero mucho más lejos de compadecerse, sonríe.- Joder, tu pecho sigue siendo tu punto fuerte. Mañana nos acercaremos a Venecia. Este verano leí al gran Shakespeare y su Mercader. Me sentí un perro judío. Yo hubiera reclamado también el corazón.

- ¿El mercader de Venecia?, no me creo que tu vena misógina aguantara a una fémina ejerciendo la abogacía.

- Sentí una erección. Tenía un léxico envidiable, lleno de tecnicismos y cultismos, y si habla tan bien, debe chuparla mejor. En mis sueños Dios me la chupa.

- Lo que me extraña es que no te la intentes chupar tu mismo.

- No te extrañe. Lo intento.

- Algún día descubrirás que no eres la persona que me mejor te la come y tendrás que suicidarte.

- Ya llegó ese día. Desde que tú lo hiciste todo fue a peor.


La rabia acumulada, no sólo de unos cuantos renglones, sino de varios meses, empujan mi mano y saco del tobillo un pequeño puñal que utilizo para reducirle contra la pared.

- ¿A qué has vuelto?

- Sigues jugando sucio. Debo contarte algunas cosas.- A la vez que relajo la presión sobre su cuello, Él aprovecha para lamer parte de la sangre que recorre mi cuerpo.

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